Jueves, 21 de mayo de 2020
Consolador
Mateo 5:4
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
La muerte, el dolor y el sufrimiento, de una forma u otra afligen cada hogar y familia. En mi generación, mis primos y yo, hemos experimentado muchas muertes familiares. Tengo recuerdos de cuando nuestro abuelo murió en noviembre de 1972 y como luego de esa pérdida tratamos de reponernos. Un mes más tarde, nuestra abuela un día antes de navidad muere.
Mucho antes de que tuviéramos las redes sociales, las noticias de muertes llegaban siempre rápido. Esa noticia es hoy tan instantánea como todo, incluso ahora antes de informar a toda la familia ya cualquier extraño expresa sus condolencias. Además de personas presentándose a las casas, los teléfonos no paran de sonar, los mensajes y las postales continúan llegando.
Excepto que este año 2020 ir a las casas ya no es una práctica, por lo menos por un tiempo. Es inevitable el distanciamiento físico, con el fin de detener la propagación de este virus mortal, COVID-19. Ha alterado todo, desde donde lloramos hasta la forma de cómo dar consuelo a quienes lloran.
Jesús comenzó su sermón en el monte con una de sus muy conocidas bienaventuranzas donde dijo que eran bienaventurados los que lloraban porque recibirían consuelo. Las personas se acercan cuando alguien está en dolor y angustia y esta es la forma de lo que estamos hechos.
Los invitamos analizar ejemplos de muerte y luto durante el ministerio de Jesús y vemos cómo se reunían con los que lloraban.
En el caso de la muerte de Lázaro, en Juan 11:19: “y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.” Después, en el caso de la viuda en Naín, en Lucas 7:12: “cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.” Lo mismo pasó en la casa de Jairo cuando su hija murió, en Marcos 5:38 “y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.”
También, hay una historia de Dorcas durante el ministerio de Pedro. “Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacia cuando estaba con ellas.” Hechos 9:39
El máximo punto de todo esto en Las Escrituras es la historia de Job. Sus amigos fueron y se sentaron con él mientras lloraba por la pérdida de sus hijos. Además de perder todos sus bienes materiales.
Cuando has llorado, te has lamentado, y has sido consolado, aprendes algo importante de la vida: dar y recibir consuelo.
El apóstol Pablo lo dice de esta forma en 2 Corintios 1:3-4: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.”
Una persona de mi familia, que perdió su esposo recientemente me compartió como ella había aprendido en su aflicción. Desde entonces, ella ha podido ayudar algunas mujeres que han pasado por la misma situación.
Hoy las personas solo se despiden y a veces ni siquiera pueden decirles personalmente adiós a sus seres queridos cuando fallecen. Los afortunados pueden tener el beneficio de la tecnología y del tiempo de algunos compasivos del personal de la salud que les informen y luego de esto retirarse a llorar solos.
Esta mañana, me di cuenta que mi esposa tenía dos vestidos de color blanco y negro colgados fuera del closet. Los mismos que ella había usado recientemente en un funeral al que asistió vía ZOOM. Los funerales vía ZOOM ahora son una cosa. Sin apretones de manos, ni abrazos, ni siquiera limpiar una lágrima de los ojos de papá. La calidad de la imagen del video depende del dispositivo que se use. Y el sonido puede ser terrible dependiendo de la persona que esté hablando y donde se encuentre.
Para nosotros, pastores y líderes en el ministerio, brindar consuelo no es solo para nuestra familia y amigos, sino también es parte de lo que tenemos que hacer. Esto una persona lo llamó: “Trabajo de consolación.”
Después que la vida me ha pasado factura y he sentido dolor y sufrimiento profundos, encuentro que llorar es un reflejo involuntario que me permite llorar con libertad por mi propia pérdida y también por la de los demás.
Las pruebas en la vida con el tiempo nos preparan para enfrentar las aflicciones y hacer un mejor trabajo de consolación.
Sin embargo, estoy aprendiendo nuevas lecciones sobre el dolor y el consuelo en esta pandemia, COVID-19. En estos tiempos de aflicción y muerte nos necesitamos unos a otros. Necesitamos las llamadas, las tarjetas, las flores, los pañuelos y sí, necesitamos los abrazos. Pero a veces estas cosas nos hacen olvidar la fuente de todo el consuelo que transmitimos.
El máximo consolador es el Espíritu Santo, pero Él nos usa como instrumento para consolar a otros así como nosotros hemos sido consolados por Dios. Sin embargo, el Espíritu Santo no está limitado a nuestra presencia y abrazos. Es una verdad difícil en un momento como este, pero es necesario.
Piensa en esto:
- ¿Si ha perdido alguien que ama, piense nuevamente en su proceso de aflicción. ¿Puede recordar aquellos que le brindaron consuelo?
- ¿Qué experiencias en medio de la perdida y el dolor has tenido?
- ¿Cuáles son las cosas o acciones que marcaron la diferencia durante su aflicción?
- ¿Cómo crees que podrías brindar consuelo sin poder acercarte al afligido?
Oración:
Oremos hoy por aquellos en aflicción, para que encuentren consuelo en los brazos de Dios, incluso cuando nuestros brazos no estén disponibles.
En su Gracia
Pastor Alex
Traducido del inglés al español por Yodalys Urquiza Ortiz
Notas
- Este devocional fue revisado y editado para el contexto de COVID-19. Fue publicado previamente el viernes, 16 de marzo de 2018, titulado Consuelo.
- Crédito de fotografía: Vitor Soares de 21 años de edad reacciona durante el entierro de su abuela de 71 años, Enedina Correa Soares, la cual se sospecha que haya muerto de COVID-19. Cementerio Parque Taruma en Manaus, Brasil, 6 de mayo de 2020. REUTERS/Bruno Kelly.